miércoles, 2 de marzo de 2016

Nieve y ciruelos

El invierno es pesado en Kioto, a pesar de que todos dicen que es un “invierno cálido” el que estamos pasando. Para mí, que estoy acostumbrada a inviernos muy cortos e intermitentes (de mis bonitos días en Monterrey, en los que puedes pasar de menos de 10 grados a más de 30 de un día al otro, o hasta de la mañana a la noche), este invierno ha sido más que un deleite. Primero porque siempre me ha gustado el frío, que en este caso, al ser siempre constante, te permite perfectamente bien adaptarte a él gradualmente. Y segundo porque aquí hay algo que nunca antes había tenido en un invierno cualquiera en Monterrey: Nieve.









Por lo del “invierno cálido” este año no ha habido tanta nieve como en otros años, pero tuve la suerte de presenciar y disfrutar ya dos nevadas este año, una en enero, y la otra ayer. Hubo otra como en febrero, pero realmente no se acumuló. La primera fue genial, porque nevó un montón durante la noche y continuó nevando durante la mañana, por lo que en los recesos de la escuela los alumnos salíamos a jugar como niños. En la escuela hay muchos taiwaneses y tailandeses, por lo que era la primera vez viendo nevar para muchos.






Yo jugué guerras de nieve como si no hubiera un mañana y hasta que los maestros me metían casi a rastras al salón. También tengo la suerte de tener a mi amiga Chika, de Noruega, por lo que no solo me enseñó como se hace un mono de nieve, sino también como atrapar a alguien más pequeño que uno y básicamente embarrarle nieve en toda la cara. En este caso, por supuesto yo fui la pequeña con la cara embarrada de nieve...

La nevada de ayer no fue tan buena para jugar, porque la nieve que se acumuló durante la noche se derritió durante la mañana, pero al contrario de la vez pasada, siguió nevando intermitentemente durante todo el día. Por ello, aproveché la ocasión para hacer la visita obligada a Kitano Tenmangu (un santuario Shinto) que tenía planeada desde hace tanto para ver las flores de ciruelo, que ahorita justo están floreciendo en su punto más bonito.

La flor de ume (ciruelo) es uno de mis motivos favoritos en kimono y me encanta porque es la flor que marca el inicio de la primavera, cuando esta aún es fría como el invierno, y por eso es considerada como un símbolo de fortaleza. Por esto mismo, ver las flores de ume junto con la nieve era algo que me ilusionaba mucho y no pude desaprovechar la oportunidad en este invierno cálido que de por sí ya se está acercando a su fin.










Ver las flores no es gratis (a menos que tengas contactos, muajaja) hay que pagar boleto para pasar al área que tiene la mayor cantidad de árboles de ciruelo en el santuario, pero como premio se tiene el derecho de pasar a un área techada con bancas dónde te regalan té y dulces. En esta ocasión, por ser el festival de ume, el té que te daban era también de ciruelo. Aunque cuidado, que el sabor a ciruelo aquí es más como sabor a ume-boshi (producto resultante de poner el fruto del ciruelo en conserva y que tiene un sabor salado-ácido y muy muy delicioso), por lo que el té tampoco era precisamente dulce.







Hasta ahora Japón me ha deleitado con todas sus estaciones (aunque sigo sin ser muy fan del verano) por lo que si alguna vez piensan que deben esperar a la primavera o al otoño para venir, cuando todo el mundo está pensando lo mismo y los hoteles se llenan a reventar, mejor piensen en qué otras cosas pueden hacer en la temporada en la que vengan, que siempre hay mil cosas interesantes que ver :)